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Los valores de la indumentaria tradicional

Intervención pronunciada por Salvador Pellicer con motivo de la presentación del libro Indumentaria Valenciana Al Detalle de Francesc Xavier Rausell en el Museo del Traje de Madrid el día 12 de junio de 2019.

La indumentaria, en palabras de Isabel de Palencia: «tiene en realidad honda transparencia, ya que es no solo la expresión prístina de la sensibilidad artística de un pueblo y, como tal, base de sus futuras doctrinas estéticas; sino una demostración palpitante y rotunda de su personalidad». Esta palpitante y rotunda personalidad de los pueblos ha sido diluida en las sociedades contemporáneas, que han olvidado los valores propios de la indumentaria tradicional. El caso de Valencia es paradigmático. Tras el fin de la dictadura y como supuesto rechazo a los arquetipos indumentarios promovidos por el Franquismo, desde Valencia se idea un nuevo discurso sobre la indumentaria anclado en la valorización de un pasado afrancesado sin raigambre ni justificación ideológica alguna ―por no pensar en pérfidos juegos dialécticos al servicio del consumidor―. Es aquí cuando, desligada del tronco de la tradición, la indumentaria avanza por caminos sin roturar y en cuyo final se aventura la pérdida de los símbolos identitarios propios del vestir valenciano.

Con ocasión de la presentación del libro Indumentaria Valenciana Al Detalle de Francesc Xavier Rausell, se nos antoja necesaria la reivindicación de la importancia y de los valores de la indumentaria tradicional; y más, entre los muros de esta institución, el Museo del Traje, que parece haber olvidado la fascinación que causa la indumentaria tradicional y las posibilidades de estudio que brinda más allá del folclorismo entendido en su peor sentido. A parte de tener valores antropológicos, arqueológicos, culturales, etnológicos, históricos, políticos, sociales, etc., el vestido tradicional conserva elementos que, per se, han de ser capaces de elaborar un discurso autónomo que lo singularice y deje así de ser una nota colorista en las elucubraciones teóricas de otras disciplinas.

En primer lugar, salta a la vista, la indumentaria tiene valores plásticos y estéticos. No les sorprenderá si les hablo del encanto de las albercanas que cuajan su cuello con cascadas de corales, esmaltes, platas y oros; de la fascinación que causan las montehermoseñas al sujetar sobre las caderas sus trece refajos; o el embrujo de las cobijadas que se ocultan tras un manto opaco que añade misterio al profundo paño negro. Todos estos elementos no pasaron desapercibidos para los trotamundos que recorrieron la península en busca de lo original y lo auténtico. Fotógrafos con vocación documental quedaron obnubilados de tamaña riqueza y prestancia, si bien es cierto que contribuyeron en gran medida a adulterar esas imágenes en virtud de una plástica exuberante. Porque dos collares son mejor que uno y tres mejor que dos; porque envolver de mística refajos y espejos favorece la veneración de los iconos; porque España era el último reducto de las mujeres míticas y nos hicieron creer que todavía la habitaban Circes y Medeas.

En segundo lugar, la indumentaria tradicional se nos presenta iconizada. Ellas, ataviadas de blancas mantillas, de pañuelos de seda y de algodón, de sayas y de briales, se ponen al servicio de una imagen cristalizada, ritualizada y venerada ―sin que esto signifique inmutable―, que ha de responder con rotundidad a las preguntas sobre el ser y el sentirse. Poco importan los nombres de aquellas mujeres porque el icono fagocita su humanidad. Son representantes y depositarias de la memoria colectiva, de la memoria de una sociedad que las ha creado a su imagen y semejanza a modo de relicarios que guarden un patrimonio sagrado cuyo origen se pierde en las nieblas del tiempo. En Valencia estamos asistiendo a la paganización ― cuando no, mercantilización― de la indumentaria, paso previo al desmantelamiento de los elementos característicos, distintivos, simbólicos y singulares del habillamiento tradicional.

En tercer lugar, la indumentaria tradicional tiene significado, en sentido fuerte. Quizá sea este valor el más sutil y complicado de clarificar puesto que las sociedades que le han otorgado esos significados concretos ya han desaparecido. El espíritu de los tiempos ― zeitgeist en alemán― queda contenido y conservado en las siluetas que las comunidades crean como su alter ego. Esto, desde nuestro punto de vista contemporáneo, dificulta la comprensión y aprehensión del fenómeno indumentario. Sin embargo, a través de una metodología estricta, de un estudio exhaustivo y concienzudo ―más allá de pobres definiciones costumbristas―, y de una mirada trasversal que entienda la indumentaria como un elemento cultural más, solo así seremos capaces de elaborar un discurso coherente sobre los significados detrás de las puntadas. El qué, el cuándo y el dónde ya han sido aceptablemente respondidos, nos queda la tarea de responder al cómo y al porqué.

Además de valores estéticos, icónicos, significantes, la indumentaria tiene un valor añadido que trasciende todos los anteriores. La indumentaria tradicional ha sido creada y legada para fundar una identidad. Las sociedades ven en estas formas cristalizadas la condensación de sus ideales que, una vez sublimados, pasarán de generación en generación perpetuando y fortaleciendo la identificación y la idiosincrasia. Esto no significa que la indumentaria sea un compartimento estanco, impermeable y al margen de nuevos planteamientos. Si fuera así, perdería su valor en el seno de una sociedad a la que ya no se le permite identificarse y ve la indumentaria como algo populachero. Más bien se trata de la conservación de unas líneas maestras ―la longue durée frente a la coyuntura, de Braudel― a las que los tiempos van recubriendo de nuevos significados, con nuevos matices, con nuevos complementos. El pueblo que se ve representado en su indumentaria toma conciencia de su entidad.

La indumentaria tradicional es fiel reflejo del sentimiento de un pueblo; de sus anhelos, de sus inquietudes, de sus temores, de sus necesidades, de sus aciertos y errores, de sus ideas, de sus creencias, de su ser y estar. Isabel de Palencia resaltaba la importancia de la indumentaria como expresión primitiva de los ideales estéticos y de un particular concepto de la línea, el ritmo y el color. Todo ello queda reflejado magistralmente en Indumentaria Valenciana Al Detalle.

No quisiera terminar mi intervención sin agradecer a la Asociación de Amigos del Museo del Traje y al Museo del Traje la invitación para la presentación de este nuevo libro; y a Francesc Xavier Rausell por haberme hecho partícipe de este enorme proyecto que es Al Detalle, en el que las piezas de indumentaria toman verdadero protagonismo en favor de un discurso desmitificado sobre la indumentaria valenciana entendida en sentido amplio. Les garantizo que esto no va a quedar aquí.

Salvador Pellicer Sala

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